Dentro del libelo creado por el catedrático de la Universidad de Alicante Juan Antonio Ríos Carratalá y al que me referí en el artículo del día de ayer, está la referencia que hace en su libro “Nos vemos en Chicote” (1) a mi abuelo Francisco Baena Jiménez, donde lo sitúa como “víctima nacional”, tal y como puede verse en la página 152 (entre otras falsedades que iremos desgranando en artículos posteriores). Eso no tendría mayor importancia, al igual que otras muchas “inexactidudes” que al ser intencionadas, con vistas al libelo construido, se convierten en falsedades.

Fuente: Archivo familiar. Francisco Baena Jiménez
No señor, Francisco Baena Jiménez no fue una víctima nacional, sino una víctima republicana: republicano asesinado por republicanos por asuntos de fe, que no les gustaba nada su condición de creyente: comprendo que no le interese este aspecto al catedrático, precisamente por su evidente sesgo ideológico, pero fue fiel funcionario de la República, no sublevado y que pagó las consecuencias de ser creyente a manos de los “demócratas” que lo asesinaron por ser creyente y oponerse a actos de barbarie, que Ríos Carratalá situaría como propios de un genocidio u holocausto, tal y como lo califica en este mismo libro, cuando las víctimas no son del bando nacional. También pagó su familia que fuera fiel funcionario de la República, como explicaré más adelante.
La célebre canción de Joan Manuel Serrat " Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón", no puede entonarse ni para mi abuelo ni para mi padre. Mi abuelo, tras saquear su casa, fue fusilado por milicianos de la CNT/FAI que acompañaban a la Columna Del Rosal de la República, de la que fue un comprometido y fiel funcionario, y tras la Guerra Civil, su viuda cuando solicita una pensión como víctima de guerra, el régimen franquista se la deniega porque " su marido no se sublevó ". En el caso de mi padre, sufrió tremenda persecución, con detenciones y pasos por chekas donde le dieron “masajes terapéuticos y recitales de poesía”, tuvo que exiliarse, aunque últimamente lo niegue Ríos Carratalá, porque lo dice él y punto (muy propio de él) y se le contestará al respecto. Las dos Españas ideológicas les helaron el corazón a ambos, y a mi familia en general, y les convirtieron en víctimas, como sucede con frecuencia en este país, lo digo por lo garantista que suele ser el Estado de Derecho español con los presuntos autores de delitos y lo frágil y a su vez desprotector con las víctimas.
Se explica en la biografía familiar de la web www.antonioluisbaenatocon.es, los acontecimientos previos al asesinato del padre de Antonio Luis Baena Tocón, Francisco Baena Jiménez, quien fue abogado y Secretario del Ayuntamiento de Torrelaguna ( Madrid ), cómo lo asesinaron, dónde, por qué y por quién (Ríos Carratalá los llama “demócratas” en líneas generales, es lo que tiene cuando se hace sesgo de la Memoria)…
Hasta poco antes del comienzo de la Guerra Civil existía en la Plaza Mayor de Torrelaguna un monumento en memoria del Cardenal Cisneros, nacido en esa localidad. Se trataba de un templete con una cruz, pero meses antes del inicio de la Guerra Civil dicha cruz fue dinamitada y el padre de Antonio Luis Baena Tocón públicamente censuró el acto que hoy día calificaríamos de " talibán", como más propio de la barbarie, la incultura y atentador contra el patrimonio histórico español. Ahí se señaló públicamente. El templete fue reconstruido en 1949.
Meses después se inicia la Guerra Civil y Torrelaguna es tomada por el ejército republicano. A la columna del teniente coronel del Rosal le acompañan milicianos de la CNT/FAI. Del Rosal indicó a mi abuelo que como secretario del Ayuntamiento hiciera inventario de los bienes que existían en las iglesias. El militar republicano se ausenta de Torrelaguna y asesinan los milicianos de la CNT/FAI a tres religiosos Hermanos Maristas. Mi abuelo, por el cargo que ocupaba, tuvo la oportunidad de saber que lo mismo iba a ocurrir con otros sacerdotes y religiosos, a los cuales avisa y éstos huyen y se mezclan con las tropas en el frente de Somosierra. Meses después se pasan a zona nacional. Uno de ellos se llamaba Juan Ricote que después de 1939 fue Rector del Seminario de Madrid, Obispo Auxiliar de Madrid y murió siendo Obispo de Teruel.
Mi abuelo de forma discreta facilitó la salida de las monjas Carmelitas, que se dedicaban a la enseñanza de niños pobres, que en ese momento estaban en el Convento de Clausura de las Concepcionistas y las provee de vestimenta seglar. También intentaron violar a las religiosas y saquear el convento de las monjas de clausura Concepcionistas Franciscanas saliendo mi abuelo Francisco en defensa de ellas. Algunos sacerdotes no quisieron huir tras el aviso de mi abuelo, porque decían que no hacían nada malo, ayudaban a gente que lo necesitaba y no tenían nada que temer, como es el caso de Don Fermín España, capellán de las Carmelitas, apodado popularmente como Don Alejandrillo, de pequeña estatura y regordete, que ayudaba a los necesitados e iba siempre en compañía de D. Alejandro de Marco, hombre serio, coadjutor de la parroquia y ecónomo de Redueña. En el pueblo siempre decía la gente, con el ánimo de distinguirlos, "… por ahí van D. Alejandro y D. Alejandrillo ". Ambos serían fusilados. Recientemente han sido reconocidos como mártires de la Iglesia por asuntos de fe y creo que tienen abiertos expedientes de beatificación en el Arzobispado de Alcalá de Henares.
El día 7 de Agosto de 1936 mi abuelo, que contaba con 51 años de edad, fue detenido por un grupo de milicianos de la CNT/FAI y fusilado en una hornacina del convento de las monjas de clausura a las que defendió, según está documentado, lo que me confirmó el doctor en Antropología, Roberto Fernández, coordinador y coautor del libro "La Sierra Convulsa. Segunda República, Guerra Civil y Primer Franquismo al Norte de Madrid" (2), libro editado dentro de los programas de Memoria Histórica, en el que introduce el siguiente epígrafe:" A todos los que han sufrido y sufren sin merecerlo ", quien además de orientarme en mis búsquedas e investigaciones por otros archivos documentales históricos, como el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, me indicó que el acta de defunción de mi abuelo estaba en el Juzgado de Torrelaguna, donde me decían que no figuraba, se encontraba allí entre las cruentas muertes causadas por las tropas de milicianos de la CNT/FAI, en los libros desde 1939 en adelante que recogen las defunciones. Algo que me confirmó el historiador local D. Mariano Cid, pues ambos habían visitado juntos el Registro Civil.
A finales del año 1936, las autoridades de la zona republicana dispusieron que todas las familias, a las que ellos calificaban de "enemigas por haberles asesinado algún familiar", fueran evacuadas a otras provincias lejanas a los frentes de guerra. Me imagino como "enemiga" a mi pobre abuela, con cuatro niños menores de edad (mi padre con 21 años no se podía acercar a la familia). Por esa disposición la familia tuvo que abandonar su casa y con lo puesto fueron evacuados en un tren y sin decirles a dónde les llevaban terminaron en Munera, provincia de Albacete, siendo alojados en familias con recursos y bajo la obligación de mantenerlos. Mi abuela y mi tío Curro (hermano menor de mi padre, 8 años entonces, con quien tenía debilidad y terminada la guerra ejerció como padre para él) en casa de unos labradores de clase media, mi tía Carmen en casa de un señor que tenía cinco hijas, mi tía Gertrudis en la casa de un maestro nacional que a su vez fue movilizado, quedando ella con la mujer y una hija. Otra de mis tías, María José con un familiar de origen británico y de apellido Ferguson, a quien mi abuelo le asesoraba en sus negocios y se la llevó tiempo antes a Gibraltar. Todas esas familias se portaron de forma inmejorable con ellos y poco a poco fueron conociendo la realidad de su tragedia.

Fuente: Archivo familiar. Antonio Luis Baena Tocón
De mi abuelo dependía toda la economía familiar, no tenía posesiones, ni tierras, ni dinero. Tras concluir la Guerra Civil, ya que fue fusilado, se inició el expediente para obtener la pensión como viuda de una víctima de la Guerra Civil, mi padre alistado ya en su servicio militar obligatorio, acompañó a su madre a solicitarle “con el uniforme militar franquista” (3) dicha pensión y se la denegaron “por no haberse sublevado”, a pesar de corresponderle y habiéndola dejado en la más absoluta de las miserias con cinco hijos a su cargo. La “primera de las gracias franquistas concedidas” a mi padre, pero al catedrático no le interesa investigar eso, sólo afirmar facilona y categóricamente, sin conocimiento de causa, de la gran cantidad de beneficios obtenidos por el Régimen franquista (porque lo dice él y punto), de los que “la familia no tenía noticias y se ha enterado gracias a él”...
A pesar de los pesares, incluso con la intervención tanto de D. Juan Ricote (capellán de las monjas de clausura a las que mi abuelo defendió y en una hornacina de cuya capilla fue asesinado, a quien salvó la vida huyendo al avisarle que lo querían asesinar (quien sería más tarde Obispo Auxiliar de Madrid), como de algún militar de alto rango amigo de la familia, o de religiosas carmelitas que testificaron que fueron salvadas por mi abuelo, resultó desestimada la petición de pensión, pues en la partida de defunción se hizo constar que fue " asesinado por las hordas rojas, pero no se sublevó". El caso es que jamás hizo alegato o manifestación alguna en contra de la República, siendo un fiel y cumplidor funcionario de esa misma Segunda República por la que sacrificó su vida, al servicio de la Administración Local, tal y como rezan los documentos de su expediente administrativo.
En ese expediente administrativo conservado en el Archivo Histórico correspondiente, se puede observar que se pedía en los primeros años del siglo XX certificados de ser persona de " intachable conducta y moralidad ", para cada destino que se solicitaba dentro del ejercicio de la función pública y que no era una exigencia nacida en el régimen franquista, como algún iluminado ha dado a entender. Al igual que se exigía para dicho puesto en la Administración el título de Licenciado de Derecho para el Cuerpo de Secretarios de Administración Local de 1ª Categoría, como se puede comprobar en la misma fuente del Archivo General de la Administración (como sucedería en el caso de mi padre, aunque el catedrático le despojó de su Licenciatura en pro de su libelo).

Fuente: Archivo familiar. Copia del Acta de Inhumación de Francisco Baena Jiménez, 9 de abril de 1939
Finalizada la Guerra Civil, mi padre Antonio Luis Baena Tocón, regresa a Torrelaguna, tras su exilio en Francia y Marruecos (aunque recientemente el “cronista reescritor” de la vida de mi padre niega que hubiese estado exiliado, porque lo dice él y punto, ya diré algo al respecto en otro artículo) , 24 años, da sepultura a su padre, 11 de abril de 1939, que llevaba tres años muerto, y enterrado en una fosa común, reconociéndole por las ropas que llevaba, lo que le produjo un gran trauma. Tras comprobar el saqueo de la casa familiar se reencuentra con la familia y se encaminaron a Sevilla donde una hermana de mi abuelo les acoge, al igual que a otros muchos familiares seriamente perjudicados por la Guerra Civil. Mi abuela y sus hijos en lo alto de un camión volvieron de Madrid a Sevilla. Habían perdido absolutamente todo. Mi padre, que no era militar de carrera ni funcionario desde 1934, como algunos han querido hacer ver, entre ellos Rios Carratalá (otra de sus joyas que ya comentaré igualmente en otro artículo y los juegos de trilería que hace con ello, lo que dijo y lo que dice), no tuvo más remedio que incorporarse al ejército para cumplir con su servicio militar obligatorio y por su condición de licenciado en Derecho, fue asignado al Cuerpo Jurídico Militar.
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(1) Ríos Carratalá, Juan Antonio. “Nos vemos en Chicote. Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura franquista”. Editorial Renacimiento / Universidad de Alicante, Valenciana de la Concepción, Sevilla, 2015
(2) Fernández Suárez, Roberto y otros. "La Sierra Convulsa. Segunda República, Guerra Civil y Primer Franquismo al Norte de Madrid". Editorial Círculo Rojo. 3ª edición, 2016
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(3) No había otro uniforme terminada la guerra en 1939 para aquel que tuviera pendiente su servicio militar obligatorio, pero al catedrático le interesa incidir en lo de “militar franquista”, como si los que hicieron su servicio militar entre 1939 y 1975 hubiesen pertenecido a otro ejército, y por esa misma razón todas esas personas deberían ser llamadas y consideradas como “militares franquistas” ( supongo que así su propio padre, al igual que otros familiares y allegados del catedrático, aunque le hierva la sangre... ¿o es que por ser sus allegados vestían otro uniforme? ¡Ya está bien de tanta demagogia!)
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