El Día Internacional de la Mujer (8M) surge de la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres. El feminismo ha ido incorporando enfoques como el transfeminismo y el feminismo interseccional para abordar desigualdades más amplias. Sin embargo, existen críticas sobre la politización del movimiento y la tendencia a presentar problemas globales como exclusivos de las mujeres. Se destaca que, además de cambios estructurales, el empoderamiento y la participación individual son clave para lograr la igualdad. La actitud personal de cada mujer es clave para que la igualdad sea una realidad. El empoderamiento, la autonomía y la participación activa en la sociedad fortalecen el avance hacia una equidad genuina, sin depender únicamente de cambios externos.


Las dificultades para alcanzar los objetivos reales del 8M son diversas:
- Uso político: Se desvía la lucha hacia intereses partidistas.
- Polarización: Divisiones dentro y fuera del feminismo dificultan el consenso.
- Falta de acciones concretas: Predominan los discursos sobre las soluciones reales.
- Sesgo en el debate: Problemas globales se presentan como exclusivos de las mujeres.
- Resistencia cultural y social: Persisten barreras que frenan la igualdad.
Para avanzar, se requieren propuestas basadas en hechos y diálogo, sin caer en posturas extremas.
Las acciones radicales tienen efectos negativos. Algunas prácticas extremas han sido contraproducentes para el feminismo, como:
- Protestas con los pechos al aire en iglesias. Grupos que generan ese tipo de actos, generan más rechazo que apoyo.
- Vandalismo en monumentos y edificios religiosos.
- Imposición forzada del lenguaje inclusivo. el idioma tiene mecanismos para la inclusión sin cambios forzados. Es esencial que evolucione sin imposiciones.
- Rechazo a la feminidad tradicional. Atacar a mujeres que eligen ser amas de casa contradice el principio de libre elección.
- Generalizar que todos los hombres son opresores.
- Contratación basada en género y no en méritos.
El feminismo es un movimiento diverso cuyo verdadero objetivo es la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.


ANTONIA BAENA JIMÉNEZ: UNA FEMINISTA EJEMPLAR
Una figura admirable en nuestra familia fue mi tía abuela, Antonia Baena Jiménez, a quien recuerdo con profundo cariño. Aunque nunca se llamó a sí misma "feminista", su vida fue un verdadero ejemplo de independencia, fortaleza y solidaridad en tiempos difíciles.
Desde joven, trabajó incansablemente en el mundo de la costura en Sevilla, sosteniéndose por sí misma en una época en la que pocas mujeres lograban independencia económica. Durante y después de la Guerra Civil Española, acogió y ayudó a numerosas familias destrozadas por el conflicto, incluyendo a los hijos de sus hermanos y cuñados asesinados, sin hacer distinciones de género. Entre ellos estaba mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, a quien cuidó y sostuvo tras la guerra, cuando él terminó su servicio militar.
Su hermano, Francisco Baena Jiménez, funcionario leal a la República y secretario del Ayuntamiento de Torrelaguna (Madrid), fue asesinado por las milicias republicanas debido a su fe y a su negativa a participar en el asesinato del clero local. Al conocer los planes de las milicias de la CNT/FAI, advirtió a los religiosos en peligro y facilitó la huida de algunos, como D. Juan Ricote, quien logró salvar su vida y ocupó cargos importantes dentro de la Iglesia tras la guerra. Sin embargo, otros no corrieron la misma suerte, como el párroco y el coadjutor de Santa María Magdalena, D. Alejandro y D. Fermín, quienes decidieron quedarse porque solo ayudaban a los humildes y creían que no tenían nada que temer; fueron asesinados y cuyas cruentas muertes están documentadas junto a las de mi abuelo. Francisco también protegió a dos congregaciones de monjas, las Carmelitas, que se dedicaban a la enseñanza de niños pobres y a las Concepcionistas Franciscanas de Clausura, cuyo convento intentaron saquear, sus integrantes estuvieron en riesgo de vejación y mi abuelo las defendió. A ambas comunidades les proporcionó ropa seglar para que pudieran huir, pero su valentía le costó la vida: fue ejecutado en la hornacina de la capilla de las monjas de clausura, recibiendo múltiples disparos.
En la dura posguerra, mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, a quien quisieron asesinar junto a mi abuelo y fue muy perseguido posteriormente, tuvo que desempeñar al mismo tiempo varios trabajos para contribuir a la casa de acogida que mi tía Antonia mantenía. Todo lo que ganaba se lo entregaba a ella, quien lo destinaba a cubrir las necesidades de quienes dependían de su ayuda. Nada de lo que tuvo le fue regalado por Franco, ni por su régimen, pese a lo que afirma su "cronista difamatorio", Juan Antonio Ríos Carratalá, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante, y quienes han difundido sus falsedades con fines ideológicos. No recibió privilegios, ni puestos de trabajo, ni ascensos meteóricos, ni sueldos jugosos; ni siquiera le concedieron la pensión de viudedad que solicitó para su madre, a la que tenía derecho, con la absurda justificación de que su esposo "no se sublevó".
En aquella casa de Antonia, chicos y chicas, niños y niñas compartían responsabilidades, aprendían disciplina y se preparaban para la vida. La tía Antonia tenía que ser estricta si quería sacar adelante a tanta gente. Se fomentaba el estudio, el trabajo y la ayuda mutua, todo en un ambiente de cariño, que tampoco faltaba.
Antonia Baena Jiménez murió hace muchos años, pero su legado de fortaleza, generosidad y valentía sigue vivo en nuestra memoria.
Besos al cielo. No te olvidamos.
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